jueves, 5 de diciembre de 2013

Extracto de la charla-conferencia en el Centro cultural Joaquín Roncal (CAI) en el marco de las Jornadas culturales "SABORES DE MÉXICO" realizadas por la Asociación Cultural México Lindo Zaragoza.
 (15 de septiembre de 2012).



ANÉCDOTAS PICANTES



ENCHILAR (R.A.E): La Real Academnia de la lengua española, define este verbo con varias acepciones. La primera dice así: Condimentar, aderezar con chile un alimento. Pero cuando hablamos de enchilar, sobre todo en México, sería más propia esta otra: “Picar, escocer en la boca y en los ojos”. Aunque también, enchilarse es allí sinónimo de irritarse o enfurecerse.

El enchilamiento, convendrán ustedes conmigo, en que es una experiencia personal e intransferible. Cada persona tiene su nivel de tolerancia al picante, y lo que para una es un “puntillo” interesante, para otra puede ser un incendio en la boca y la garganta difícil de apagar.

La primera vez que me enchilé de manera evidente, fue con unas finísimas tirillas de pimiento riojano que me ofrecieron en la localidad de Calahorra unos amigos (por llamarles algo) en nuestra época de estudiantes universitarios. Las recuerdo perfectamente. De un color rojo oscuro, extendidas en forma de rueda sobre un pequeño e inmaculado plato blanco, como inocentes e insignificantes laminillas. Pero al introducirlas en mi boca y comenzar a masticarlas, aquellas delgadas tiritas se transformaron en un demonio incandescente, que me arrojaba brasas en la lengua y en el paladar sin freno ni medida. La rubia cerveza vino en mi auxilio para apagar aquellas llamas, pero ni ese maravilloso líquido de refrescar milagroso, era bombero suficiente para acabar con aquel tremebundo enchilamiento.

Después de aquello, he sufrido enchilamientos más suaves, llegando a calibrar con bastante exactitud las salsas y los condimentos que eran necesarios en un plato para alcanzar ese puntito picante pero agradable al mismo tiempo. Es como cuando te preparas un gin-tonic. Tienes tu punto exacto de limón y ginebra e intentas aproximarte al máximo para que, al beberlo, te proporcione el máximo placer. Por eso pienso que el picante es placentero siempre en nuestra justa medida. Pues se puede transformar rápidamente en ese diablo terrible y castigador si le mostramos una excesiva confianza.



"Oda al chile picante" (recitada dentro de las mismas jornadas "Sabores de México")


ODA AL CHILE PICANTE


Hay un picante en el mundo
cuyo nombre es de país.
Chile se llama el producto
y no viene de París,
pues es en México hermoso
donde esta rica sustancia
de tan mundial relevancia
se utiliza con gran arte
y culinaria elegancia.


No es cayena ni guindilla
esta fogosa frutilla,
y la culpa de que “enchile”
la tiene la capsaicina,
esa sustancia pillina
que en nuestras papilas goza.


Incolora e inodora,
esta inquieta capsaicina
nos cautiva y enamora
con su rapidez felina.


Da igual que sea chipotl,
jalapeño o habanero,
pues el chile a todo el mundo
le conquista sin dinero.


Viva México y su chile,
sus mujeres,
sus mariachis,
sus paisajes y sus gentes,
porque no hay otro lugar
tan diferente y sabroso,
tan lejos de lo vulgar
en este mundo tan soso.



Gonzalo-Javier Gonzalvo

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