(15 de septiembre de 2012).
ANÉCDOTAS
PICANTES
ENCHILAR (R.A.E): La Real
Academnia de la lengua española, define este verbo con varias
acepciones. La primera dice así: Condimentar, aderezar con chile un
alimento. Pero cuando hablamos de enchilar, sobre todo en México,
sería más propia esta otra: “Picar, escocer en la boca y en los
ojos”. Aunque también, enchilarse es allí sinónimo de irritarse
o enfurecerse.
El enchilamiento, convendrán
ustedes conmigo, en que es una experiencia personal e intransferible.
Cada persona tiene su nivel de tolerancia al picante, y lo que para
una es un “puntillo” interesante, para otra puede ser un incendio
en la boca y la garganta difícil de apagar.
La primera vez que me enchilé
de manera evidente, fue con unas finísimas tirillas de pimiento
riojano que me ofrecieron en la localidad de Calahorra unos amigos
(por llamarles algo) en nuestra época de estudiantes universitarios.
Las recuerdo perfectamente. De un color rojo oscuro, extendidas en
forma de rueda sobre un pequeño e inmaculado plato blanco, como
inocentes e insignificantes laminillas. Pero al introducirlas en mi
boca y comenzar a masticarlas, aquellas delgadas tiritas se
transformaron en un demonio incandescente, que me arrojaba brasas en
la lengua y en el paladar sin freno ni medida. La rubia cerveza vino
en mi auxilio para apagar aquellas llamas, pero ni ese maravilloso
líquido de refrescar milagroso, era bombero suficiente para acabar
con aquel tremebundo enchilamiento.
Después de aquello, he
sufrido enchilamientos más suaves, llegando a calibrar con bastante
exactitud las salsas y los condimentos que eran necesarios en un
plato para alcanzar ese puntito picante pero agradable al mismo
tiempo. Es como cuando te preparas un gin-tonic. Tienes tu
punto exacto de limón y ginebra e intentas aproximarte al máximo
para que, al beberlo, te proporcione el máximo placer. Por eso
pienso que el picante es placentero siempre en nuestra justa medida.
Pues se puede transformar rápidamente en ese diablo terrible y
castigador si le mostramos una excesiva confianza.
"Oda al chile picante" (recitada dentro de las mismas jornadas "Sabores de México")
ODA AL
CHILE PICANTE
Hay
un picante en el mundo
cuyo
nombre es de país.
Chile
se llama el producto
y
no viene de París,
pues
es en México hermoso
donde
esta rica sustancia
de
tan mundial relevancia
se
utiliza con gran arte
y
culinaria elegancia.
No
es cayena ni guindilla
esta
fogosa frutilla,
y
la culpa de que “enchile”
la
tiene la capsaicina,
esa
sustancia pillina
que
en nuestras papilas goza.
Incolora
e inodora,
esta
inquieta capsaicina
nos
cautiva y enamora
con
su rapidez felina.
Da
igual que sea chipotl,
jalapeño
o habanero,
pues
el chile a todo el mundo
le
conquista sin dinero.
Viva
México y su chile,
sus
mujeres,
sus
mariachis,
sus
paisajes y sus gentes,
porque
no hay otro lugar
tan
diferente y sabroso,
tan
lejos de lo vulgar
en
este mundo tan soso.
Gonzalo-Javier Gonzalvo
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