Presentado a un concurso de relato corto en febrero de 2006.
CELULOIDE: EL ENFERMO NO IMAGINARIO.
Como de una célula al mono, y del
simio al hombre, evolucionaste como cualquier otro ser vivo. Fuiste,
en origen, sombra chinesca y linterna mágica; más tarde, Diorama y
teatro óptico. De una parte de ti nació la fotografía y tú te
encarnaste en cámara y proyector. Cinematógrafo te llamaron, a
finales del diecinueve, unos franceses que asombraron al mundo con
tus imágenes. Méliès te llevó a la luna, pero nada comparable con
tu hazaña. Tú nos has mostrado increíbles paisajes, nos has
presentado a las más bellas y hasta nos has conducido a otros
mundos. Has llenado nuestra vida y, cada día, con tu saber acumulado
de viejo druida, nos sigues enseñando a vivir. Pero, ¿por cuánto
tiempo?
Los cines, cuyas pantallas te alumbran cual artística vagina
creadora, están muriendo. Sus corazones, proyectores que, con sus
latidos, bombean imágenes y música que pasan a formar parte de
nuestros sueños, están fallando. Sus butacas, miles de ojos
multicolor, vierten lágrimas de tristeza con cada fundido en blanco
final de marchitas pantallas.
Estás enfermo, celuloide, pero no
quiero que mueras. Eres mi compañero vital, mi amigo, mi consejero.
Te quiero con un amor puro y desinteresado, porque tú me lo has dado
todo. El siglo veinte te traicionó en su agonía y el veintiuno,
todavía un niño, te apuñala como a César. Tu sangre es la sangre
del arte, de la cultura y de la civilización. Y su pérdida también
seca nuestras venas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario