(2005)
EN
LEGÍTIMA DEFENSA.
Ella caminaba con sus temblorosas manos
enfundadas en los bolsillos de su gabardina. Sus tacones marcaban las
mojadas calles con un ritmo nocturno y uniforme. Cualquiera que se
cruzase con esta abogado/a de desencantada, dura y felina mirada,
hubiera percibido belleza, riesgo y problemas.
Hacía meses que el estrés se
había apoderado de Eva. Había naufragado en un juicio de esos que
nunca debes perder. Y aquel cliente padecía, desafortunadamente, un
síndrome agudo de falta de ética.
Inmersa en sus pensamientos, ignoraba
que otros pasos acechaban en las húmedas aceras. Por instinto, su
mano se cerró sobre el revólver calibre veintidós que acariciaba
en el bolsillo derecho de su impermeable. Sólo tuvo tiempo de ver el
cañón de una pistola aproximándose a su entrecejo. ¿Existe la
justicia? Un instante después, los incansables y repetitivos neones
iluminaban el inmóvil rostro de Eva.
¡Qué lástima! De haber disparado
primero, podría haber alegado en el juicio legítima defensa.
FIN
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