Relato escrito en formato epistolar en homenaje al director de cine francés Claude Chabrol y a su obra.
CARTA A CLAUDE
CHABROL
Querido Claude, genio parisino, maestro
de la sátira social del siglo veinte y del veintiuno:
Comenzaste desplegando tu ingenio en
la “Nouvelle Vague”, junto a Rohmer y Godard, como si fuerais los
primos de toda la vida.
¡Ay, joven Chabrol !, pensabas que el cine flotaba, cual feliz pato
en la bañera del arte, cuando te golpeaste con el duro canto de la
industria. Como si llevases una
doble vida, te acusaron de
misoginia (a ti que te gustan tanto
las buenas mujeres) y de
hacer un cine pesimista (a ti, que como todo buen gastrónomo, amas
la vida y sus placeres). Denunciaste la
avaricia y te volviste más
desconfiado y un poquito Landrú.
¡Hombre!,
no tenías que intentar vendernos
la Torre Eiffel, porque
nunca hubiéramos comprado el símbolo de tu querida ciudad de la
luz.
Como si un
tigre se perfumase con la dinamita
de tu inteligencia para dar caza a las
ciervas, tienes temple y
coraje para servir champaña
a un asesino o para hacer
la
ruta de Corinto.
Maestro Chabrol, nadie mejor que tú
sabe que la
mujer es infiel (y el
hombre). ¿Quién mejor que tú conoce la peligrosidad de las comidas
en familia? Es cierto que el adulterio y las pasiones pueden
conducirnos incluso al crimen. Pero: ¿qué es la vida sin pasión..?
La ruptura con la razón es algo
mucho más terrible; cercenar la cordura como el
carnicero que desmenuza a
su res. ¿Qué te van a contar de las
locuras que puede llegar a
cometer un
matrimonio burgués?…
Reconozco que la demencia y la
estulticia pueden acelerar la caída de aquellos que se dejan llevar
por la desenfrenada pasión. Es como si, ante ellos, se abriese la
puerta de acceso a un laberinto
mortal.
Como un delineante, describes con
certera perspicacia
la ceremonia de la vida, a
prudente distancia y siempre con el particular sello de tu fina
ironía. Eres el “no
va más” plasmando la
realidad en toda su crudeza, pero también sabes aportar un toque de
ternura cuando hace falta. Como un pintor con su paleta, sitúas al
color y a tus actores en un lienzo de perfecto decorado.
Querido Claude, te doy las gracias
por ese chocolate que nos
brinda tu preclara inteligencia, y no nos libres nunca del sutil
aroma de la
flor del mal que tu, como
nadie, sabes reconocer.
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